lunes, 28 de julio de 2014

VI Carrera Popular El Calonge, "carreras gazpacheras"



Carrera de la que tengo constancia desde hace dos o tres años, de la mano del amigo Leonardo Lora, pero a la que generalmente desisto de ir, dado que, o suelo estar en la playa, o bien no hay ganas de competir por estar en pretemporada. Además no soy muy amigo de estas carrera en julio y agosto, donde venimos de descansar, creemos estar en mejor forma de lo que realmente estamos y solemos pecar de optimistas, amén del calor. A este tipo de competiciones las suelo llamar "gazpacheras", por lo de veraniegas, frescas por ser cortas y lo malo es que se te suelen repetir luego a la noche.

Sin embargo esta prueba es cortita y de haber excesos, el sufrimiento no será largo. De hecho se anuncian 5.000 metros. Pero finalmente son sólo unos 3.500 m., dado que se hizo algo tarde y la iluminación no era la más oportuna. Para completar esa distancia hay que dar un total de seis vueltas a El Calonge, pedanía de Palma del Río (Córdoba). Así que no estamos antes una carrera patrocinada por Nike precisamente.


El término familiar es el apropiado para esta modesta prueba, pues son sus vecinos los encargados de la organización. Inscripción gratuita para todos y al finalizar bocadillo y refresco. No hay camisetas, buff, mochilas, brazaletes, ni nada de eso. Bueno sí, se me olvidaba, se ofrecía también gazpacho una vez concluidas todas las carreras. Curioso que para la prueba, en el paso de cada vuelta, hubiese un puesto de avituallamiento con agua, siendo los niños los voluntarios, y luego en meta no vi ninguna botellita. Y no, ambulancia tampoco había, ahora que lo pienso, o al menos no la vi.

Ya podréis barruntar que la participación no fue muy alta, y es que en la categoría de adultos éramos poco más de treinta. Y allí estaba yo, en la salida, por un lado no sabiendo muy bien qué estaba haciendo en ese lugar, y por otro lado con ganas de divertirme.

Se da el tiro, obviamente estaba en primera fila, como casi todos, y se sale a toda leche. En los primeros compases comparto metros con Leo, charlamos un poco hasta que voy pillando mi ritmo. Ojeo el Garmin y me dice que vamos ligeramente por debajo de 3’20”. ¡¡Cómo!! Se me cuelga el Güindous Long Distance Runner, erro: ritmo inadmisible, y casi de una manera automática amoldo el paso.

Van pasando las vueltas y voy cazando a los que han sido en exceso optimistas, y también comienzo a doblar a atletas. Recordemos que una vuelta a El Calonge no tiene más de seiscientos metros.

Parece que voy “cómodo”, ajustado ya el ritmo de fondista a la distancia, como gastando lo justo y necesario, cuando al pasar por la salida, otra vez, dicen última vuelta. Llevo cerca un par de atletas y me decido a tirar, a ver qué pasa. Las patas responden bien, con fuelle, y pronto doy caza al primero, que cae como un plomo.

Ahora me fijo en el siguiente, le voy recortando metros. Pero de cada tres metros que le como, él gana uno al recortar en los diversos giros. Sí, todos recortaban, todos. O al menos todos los que iban por delante de mí. Incluso en la carrera de infantiles y cadetes, que se celebró con anterioridad, me puse a posta en una esquina para evitar que los niños se subiesen, porque lo hicieron todos salvo el primero. En la segunda vuelta que completaron me dije: aquí no se sube nadie.

Bueno que me desvío. Faltaría media vuelta, y en ella tres curvas de 90º. Ya le tengo cuando se vuelve a subir a la acera. Me voy calentando. En la siguiente no puede subirse porque ya hay un doblado sobre la acera. Quedan unos 200m y un solo giro. Estamos casi parejos, y veo que cambia el rumbo decidido a volver a recortar, incluso por detrás del público. Se me hincha la vena y no me reprimo, ¡por encima de la acera es trampa!, y apostillo con un muy español ¡cojones! Al atleta le coge de improviso el bocinazo, rectifica y no se sube a la acera, se gira hacia mí, a la vez que levanta los brazos con cara de “a mí que me registren, señor agente, que yo no he sido, se lo juro por mi madre”. Estas fracciones de segundo sirven para emperajarnos definitivamente y vencerle al sprint. Al pasar por meta me saluda con el pulgar hacia arriba, a lo que le respondo con una media sonrisa. Lo que él no sabía y yo sí barruntaba, es que nos acabábamos de jugar el primer puesto de Veterano A, cosa de la que se coscaría ya en el podium.

 
Soy sincero, el trofeo no es de gran mérito, pero la experiencia sirve para quitar carbonilla y disputar una carrera corta, que hacía muchísimos años que no lo hacía (desde los extintos Controles del Parque Mª Luisa) y es obvio que se necesita otro planteamiento. De hecho, al vencedor absoluto de la prueba le pasé hace pocas semanas en Carmona, terminando por delante de él. Creo que me faltó un pelo de valentía, pero tampoco sabía cómo me iba a encontrar a estas alturas. Además, para qué ganar la prueba si el premio iba a ser el mismo: primer Veterano A y para casa.

Datos: 3.550m a 3’27” (según el Garmin, yo le sumaría dos o tres segundos que había muchos giros), 5º de la general y 1º de mi categoría.