viernes, 28 de febrero de 2014

2h53m18s inolvidables



Instantánea reflejo de meses de trabajo.


Iros a por un Colacao con galletas, que esto no va a ser cortito.

PROLEGÓMENOS

Sonó el despertador, 6:40. Había dormido bien. Casualmente la noche anterior dormí mucho peor y me acosté con sueño. Desayuno, media tostada con aceite, un trozo de bizcocho casero (hecho por el menda lerenda) y un batido a base de muesli, un plátano, 2 galletas integrales y leche. No me lo bebí todo.



La mochila preparada desde el día anterior, me visto y  tras bichear algo Internet y oír algo música por los auriculares, pongo destino al Estadio Olímpico. En el coche más música, Rock FM. Aparco con mucha fortuna, casi a las ocho en punto, a 200 metros del Túnel Norte del Estadio Olímpico. Así que decido que ni guardarropas ni nada, todo en el coche y la llave en el bolsillo de las calzonas.



Paseo, bien abrigado, por los aledaños, pero alejado de la bulla. Veo a José María Coronilla, nos abrazamos y comentamos brevemente nuestros objetivos. Los nervios van aflorando y no queremos estar mucho tiempo con los pies quietos. El sigue con su trote y yo, tras caminar un poco más, vuelvo al coche para cambiarme.



Ya llevaba la ropa de corto puesta desde casa, sólo faltaban las medias de compresión, el pulsómetro (no llevé el dato en pantalla del Garmin, pero me guardo la información para posteriores análisis), me pongo las zapatillas de los domingos (K-Swiss Kwicky, magníficas) y viendo que hacía fresco y no sabía si se iba a demorar la salida o qué, me pongo también un buff mojonero y unos manguitos para los brazos. Tenía en mente dejárselos a mi hermano o a mis padres si después me sobraban. Además me pongo una camiseta de manga corta desechable.



Llega el momento de comenzar a mover la maquinaria, previo paso por boxes para aligerar cargar. A un trote súper suave me voy acercando a la zona salida, no habrá mucho más de un kilómetro. En este tramo me ajusté hasta tres veces la zapatilla izquierda, y me recoloqué la media de ese mismo pié. Además, puntualmente, paraba a hacer algunos ejercicios de movilidad, especialmente de cadera. Al fin llego a los cajones.



LA SALIDA

La zona es un hervidero. Se habían vendido los 9.000 dorsales a finales de noviembre, pero imagino que allí habría bastante menos gente. Mi dorsal es el 918, lo que me da acceso al cajón azul, es decir, para los que vamos de 3h a 3h15m. Este cajón se me asignó ya que al apuntarme presenté como marca las 3h05m del año pasado. Al obtener en la Media Maratón de Córdoba 1h20m, pude acreditar esta circunstancia en la Feria del Corredor de la maratón y me pusieron una pegatina verde y un sello encima del Ayuntamiento de Sevilla, por lo que podría tener acceso al cajón de 2h45m-3h. Un problema menos que tener en la cabeza. Salir con gente a tu alrededor de tu mismo ritmo lo veo algo fundamental y una cuestión de seguridad para todos, y más con tantos atletas.



Voy avanzando por el lateral de las jaulas a trotecillo. Hay mucha gente, muchos acompañantes. Finalmente llego a mi cajón. Primera sorpresa, no hay nadie controlando el acceso. Creo que hay poco más que contar. Aquello era un pitorreo absoluto. Además a los diez segundos de llegar, veo que todo el pelotón avanza cual tsunami y me arrastra. La separación entre cajón y cajón es una cinta de plástico. Cutre total. Ni control de acceso, ni separación “real” entre cajones. Dude un instante si salirme del cajón y avanzar por fuera hasta el siguiente. Pero quedaba poco tiempo y decidí quedarme. Mucha tranquilidad, me decía.



Suena Eye of the tiger, y luego Highway to Hell (canción seleccionada por encuesta entre los atletas para ser la última), tiro la camiseta de manga corta. Cierro los ojos, trato de solo oírme a mí mismo, mi respiración. Son sólo unos segundos, no puedo parar de pegar saltitos, por los nervios, que trato de acompasar a las guitarras de AC·DC.



Al fin el tiro, al fin. Momento de soltar adrenalina, pero de forma controlada. No tengo más remedio que empujar y dar algún que otro codazo. Me llevo algún insulto, pero me tengo que morder la lengua, calma. Si te hubieses colocado donde te corresponde nada hubiese pasado, pienso para mis adentros. Por fortuna no son muchos los metros que pasas zigzagueado, sirven para soltar nervios. Vamos a cumplir el primer kilómetro.



DEL KILÓMETRO 1 A 10

Dentro de los primeros mil metros alcanzo a José Manuel Espinar, que pequeño es el mundo. Nos animamos, nos damos la mano, nos deseamos suerte. Me alegro mucho de tu carrera, amigo. Seguimos. Tras un primer mil en el que pierdo algunos segundos, pocos, sobre el ritmo buscado, 4’05”, trato de pillar el crucero. Se produce un primer embudo y la cosa se complica un poco, sigo pasando a muchísima gente y en un par de giros me encuentro algo atrapado. Ronda Triana va atestada de atletas. Ya noto que hay mucha gente en la calle, mucho ánimo, muchos aplausos y se oyen bocinazos con mucho arte.



Pierdo poco tiempo. De golpe veo que me acerco a un globo, ¿qué globo? El de las 3h. Fue complicado superar al enorme pelotón que iba tras él. Tras hacerlo ¡qué gran alivio!, al fin campo libre, sin toquecitos, roces, ni nada.



Giramos para llegar a Virgen de Luján y tiene lugar un momento emblemático. Veo un corro de atletas que parlotean de una forma muy dicharachera, imposible no enterarse de qué hablan. Van en plan guardaespaldas del Señor Abel Antón, sí, sí, Abel Antón. No tengo por más que ralentizar mi ritmo por unos instantes, lo escaneo de arriba a bajo, sí, es él. Les comenta que va a ritmo de 3h hasta la media maratón, y que luego ya verá. Iba delante del globo de las 3h. Tras grabar el momento en mi mente, vuelvo a mi rollo.



Cruzamos el río y embocamos la Torre del Oro, Paseo de Colón y la Avenida de Torneo. Lo más reseñable de esta larga recta es que hay un ligero viento en contra. Pero aún hay muchos atletas y es fácil resguardarse.

Con ganas de cachondeo
Primer gran subidón , Barqueta. La animación es enorme. Es el primer punto en el que familiares, amigos y acompañantes se pueden acercar tras la salida. Es poco más del kilómetro 9. Banderas de multitud de países, gritos, bocinas, aplausos. Es como en las cimas de El Tour, vas por un pasillo estrecho rodeado de gente que solo tiene la intención de empujarte hacia delante. Los vellos de punta.



Nos acercamos al kilómetro 10, momento de una evaluación. El ritmo no es malo, pero sigo sin ir fino del todo, como si siguiese frío. Pero a lo tonto ya me he comido un cuarto de la maratón, me digo. Y en breve llegarán los refuerzos.


DEL K10 A LA MEDIA MARATÓN

Abandonar la Avenida de Torneo, es un pequeño alivio. No ya por el viento, sino porque es larguísima y salvando el punto de Barqueta, es bastante aburrida. Ahora sólo miro al kilómetro 13. Allí me esperan mis padres y mi hermano, que me hará de escudero hasta meta en bici.



El año pasado es este punto me emocioné muchísimo, sin embargo este año fue menos. ¿Por qué? Pues no lo sé, ni lo uno, ni lo otro. Creo que pudo ser porque estaba deseando ver a mi hermano. En 2013 no estuvo ni un kilómetro conmigo, pinchó la bici. ¡Ya es mala pata! Pero este año no, y menos mal.



Nada más encontrarnos me da palique, eso es bueno. Le hablo poco, pero me reconforta que vaya ahí. Ya no me tendré que preocupar de los puntos de avituallamiento, aunque los seguiré usando, y él lleva los geles. Tres en total, dos de Decathlon, que los había usado y testado en las tiradas y otro que regalaron en la Media Maratón de Huelva. Este último lo llevaba en caso de emergencia.

Foto tomada por mi hermano antes de la primera pedalada


Las sensaciones mejoran, por esta zona da más el sol y va subiendo la temperatura. Sigo muy entero, incluso tengo que frenar un poco de vez en cuando. Llega el kilómetro 15 e ingiero el primer gel.



Al poco se me acerca un tío, un desconocido. Yo iba pensando en dónde tirar el botecito del gel, al suelo no, y mi hermano se había quedado algo atrás, ya que había un control y un nuevo embudo de gente animando. Me cogió de improviso esta inesperada visita. Se me pone a correr al lado un tipo en chandal, creo recordar, y que me llama por mi nombre. Al fin le reconozco, es Jaime Gallego. Conozco a este zagal del Foro de El Atleta desde hace varios años y nunca nos habíamos visto. ¡Qué grande! Lo abrazo en marcha, compartimos unas palabras, me acompañó 200 metros. ¡Y cómo están las cabezas! Le digo si me puede hacer un favor ecológico-solidario, me dice que por supuesto, y le digo que si me puede tirar el bote de gel a una papelera. Juas, qué ridículo, ¿no?. En cualquier caso me alegro un montón de este fugaz encuentro. Ojalá podamos encontrarnos otra vez y así hablar más tranquilamente. Pero esos 200m no los olvido, amigo.



Las piernas empiezan a fluir, a pedir caña. Además llevo un rato acompañado de dos atletas de Almansa, que me dan conversación. Sigo pensando que es pronto. Ya llevo el ritmo crucero, pero las piernas quieren más. Subimos por Luis Montoto, me saluda Marcos A. Macarro, ya tenemos la misma marca en Maratón, ¿no? y las piernas van chisposas. Quizás el gel sea el que provoque esta sensación, pienso ahora.



Llegamos a Kansas City, a la avenida guasones. No sé por qué, pero ésta, al igual que la Avenida de la Palamera, se me atragantan siempre. Me centro en que estamos cerca de la media maratón. Allí veo yo, más que verme él a mí, a Rubén Romero, gracias por tus ánimos, ya mismo estás corriendo una de éstas. Paso la MM en 1h26m. Hago la multiplicación rápida y sonrío.



DE LA MEDIA MARATÓN AL K30
Tras pasar el ecuador le quito los topes a las piernas, y se me van solas. Es como si me hubiese quitado una mochila física y mental de encima. Había sido muy cauteloso hasta el momento y me sentía confiado de que era el momento.



Una prueba de ello, de mi autoconfianza, es que poco después de este punto alcanzo a un grupo al que voy superando poco a poco. Me tocan el codo, es un conocido de las carreras, solemos terminar cerca. Me comenta que no tire, que me acople, que van a 2h57m. Tras un segundo de mi boca sale la siguiente frase: hoy quiero un poquito más.  Nos deseamos suerte, le digo que si me vuelve a ver que me remate, y sigo mi marcha.



Empiezo a hacer parciales a cuatro pelaos e incluso por debajo. Voy pletórico, no paro de preguntarme si me estoy pasando. Pero las piernas mandan, salvo en determinados puntos en los que veo que se me va mucho la pinza, un kilómetro a 3’54”, y debo frenar sí o sí. Vuelvo a ver fugazmente a Jaime Gallego. Ya le veo sin sudadera, está de asistente ayudando a más compañeros, seguro. Me anima.


Ahora viene un mini test para ver cómo van las piernas, la Avenida Ciudad Jardín dirección Gran Plaza. No es nada dura, pero pica ligeramente hacia arriba. Subo sin problemas, no me resiento para nada. Y encima hay una banda de punk a media avenida animando al personal. Esto es un espaldarazo tremendo. Y sigo con unos parciales buenísimo.



Voy sólo, como en toda la carrera. El hecho de salir en mi cajón creí que me iba a dar la oportunidad de encontrar un buen grupo, pero como la cosa fue como fue, no paro de pasar a gente todo el rato, amén de que voy en ligera progresión.



En un pispas estoy recorriendo Manuel Siurot. Creo que son los mejores kilómetros. Estoy casi en el 30 y se me ha pasado esto volando. Lo que me saca de este estado de éxtasis es que empiezo a notar cierta ofuscación. La zancada, el ritmo, parece igual, pero las sensaciones no. ¡Camarero!, un gel por favor. El segundo al buche.



DEL K30 AL K35

Me empieza a fallar algo lo psicológico. El pequeño bajón en las sensaciones coincide con la llegada a la Avenida de la Palmera. Pero me salva el hecho de que sigo pasando a gente. Llego a un grupo y pienso en descansar un rato y evaluar. Pero sin darme cuenta ya voy en cabeza del mismo. Se me pega uno, pero rápidamente le dicen –déjale, déjale que va muy rápido.



¡Qué larga es la Palmera joé! Entramos en el Parque María Luisa y parece que se me encienden otra vez todas las luces y todo vuelve a rular perfectamente. ¿Estaría funcionando también el gel? Hay un circuito interno con varias curvas enlazadas que voy trazando cual formula 1, de vértice a vértice. Me divierto. Ya se empiezan a ver cadáveres, caras desencajadas y comentarios incoherentes. Yo sigo bien, incluso me volvió la chispa.



Llegamos a la Plaza de España, aquí el año pasado El Tío del Mazo me endiñó, y sin embargo esta vez estaba bien. Además iba buscando al amigo José Luis Olivares, que debía andar cerca. Lo encuentro en la salida del parque y encima acompañado de Ángel Prieto, ¡vaya dos! Me animaron muchísimo, además con guasa: ¡pero si va sin respirar!..., ¡ese tío va dopao! ¡Qué cabrones! La verdad es que iba súper pila, como diría el maestro Ángel Nieto. Lo veía hecho y la moral resurgió.

Sin noticias del Tío del Mazo

Llegamos a la zona centro de la ciudad. Aquí me hermano va a desaparecer. Era algo que ya habíamos comentado. Seguramente estaría muy restringido el acceso y teníamos hablado que se dirigiese directamente a Barqueta, si finalmente no le dejaban pasar. Cuando recorríamos la Calle San Fernando me dijo que si quería algo, por si le paraban, y le dije que no. ¿Fue un error?



DEL K35 A META

Vuelvo a usar una frase hecha: el mundo es un pañuelo. En la propia Calle San Fernando veo delante a un atleta al que reconozco rápidamente. Es, curiosamente, el mismo atleta con el que me hice buena parte de la maratón del año pasado. Va acompañado de un compi de club y en Puerta Jerez ya estoy con ellos.



Aquí tengo un pequeño rifirrafe con otro atleta en la curva con la que encaramos la Avenida de la Constitución. Se queja de que le estoy empujando hacia los raíles del Metrocentro y yo que me empuja hacia el público. En fin, no hubo mucho más. Un par de palmadita y pa’lante.



Pasamos junto a la Catedral, kilómetro 35, punto de avituallamiento. Aquí de nuevo la cosa se empieza a torcer, y ya no se recuperará. Sigo a buen ritmo, pero el declive está cerca. Continuó con este atleta un poco más, no mucho. Por calle Tetúan me descuelgo ligeramente y me doy cuenta de que los que iban con él también han desaparecido.

Estaba con en esa sensación de que te vas a pegar una ostia, en esas milésimas de segundo en la que flotas antes de caer. Hasta el kilómetro 37, paso El Duque, Trajano y recorro la Alameda, mantengo el ritmo, no sé ni como. Pero llego a Calatrava y ya empiezan a caer los segundos y las rodillas a no querer subir del sótano. Miguel (Carpe), que me acordé de ti en esos 50 metros antes de salir otra vez a Barqueta.



Sigue habiendo mucha animación en este punto, aunque menos ya que algunos estarán ya en el estadio esperando a los suyos. Yo por mi parte recobro la compañía de mi hermano, que me espera en el puente. Supongo que fliparía al ver como me había cambiando el semblante. Le hago el gesto con el pulgar hacia abajo e inmediatamente le pido el gel. Su eficiencia será nula y además casi me ahogo al tragarlo. Era extremadamente pastoso y se me quedó en la garganta de mala manera.



Me sorprendía el ritmo, me movía entre 4’20” y 4’30”, digamos que no perdía mucho, pero tenía la sensación de ir a 6’. Los kilómetros se me hacían eternos. Llegamos al Parque del Alamillo y  Javigan me anima (¡Puta mierda!, ¿Otra vez, tío? Mucho ánimo).



Por fortuna mi hermano no para de hablarme, de animarme. Esto no tiene precio amigos. Incluso me dijo que si quería amarraba la bici y se ponía a correr a mi lado. Le digo que no. Tengo la tranquilidad de que bajo de tres horas, mi objetivo fundamental, y eso hace que la agonía sea sobretodo física, mentalmente tener ese colchón ayuda mucho. Pero me niego a abandonarme. ¿Volvería a tener una oportunidad igual?



Aprieto los dientes, no tengo chispa alguna, cuadriceps vacíos. Pero sigo en ritmos decentes. K40, último punto de avituallamiento, cojo el tercer vaso de agua, los otros dos se me caen, y me lo arrojo en la cara y la nuca. Se me empapa el buff y se lo doy a mi hermano.



Paso atletas, otros me pasan. K41, ¡está hecho, está hecho! –berrea mi hermano. Escucho que viene un grupo gritando, enfurecidos. Van 3 o 4 atletas de un mismo club, más algún agregado. Me pasan fácil y trato de engancharme, un kilómetro sólo- me digo. Pero no puedo, intento seguirles aunque sea con la mirada, pero se suben por la cara a la acera y pegan un recorte de órdago. ¡Qué manera de estropearlo, colega! –pienso. Yo sigo por el asfalto, como no puede ser de otra forma. Mi hermano se despide de mí, le digo que me espere en el Túnel Norte. Pedazo de abrazo que le di al salir.



Emboco la última recta antes del Túnel Sur, miro la esquina donde el año pasado tuve que parar a estirar. Bajo la rampa dejándome ir, no tengo intención de tirar, sprintar ni nada, con mantener es suficiente. Eso sí, la primera zancada en el tartán te impulsa y cojo por inercia la calle uno, nadie me la va a quitar. Se escucha un murmullo en el estadio, la emoción brota por todos los poros. Miro arriba, por contrameta, y veo el videomarcador, va por 2h52m. Me digo a ver si no paso de 2h53, me quedan 200 metros.


100 metros, la meta al fondo. Relax absoluto, recorro la recta haciendo el avioncito, me da igual que me caigan dos o tres segundo más. 2:53:50 en el marcador, 2:53:18 tiempo real ¡Al fin la recompensa!



POSCARRERA

Cruzo la meta y deambulo un rato, sin mucho sentido, buscando algo con lo que abrigarme, y pidiendo algo de beber. El primero que “me encuentra” es el atleta con el que la fortuna me ha hecho coincidir en las dos últimas maratones. Se preocupa por mí, me ve blanquito, blanquito, pero estoy bien. Gracias Mani, gran detalle el tuyo.



Veo a más amigos, entre ellos a Nacho Filoso, que no anda contento. Me hago una foto con él. Sin mucho más me voy al gélido túnel para ver que puedo cazar. Algún dátil, isotónico, agua, Nestea… ¡ya lo podían dar todo en una bolsa! ¡Que estamos tiesos y sólo tenemos dos manos! Mi objetivo número uno es llegar hasta el coche para abrigarme y ver a mi hermano. El paseíto fue costoso, doloroso. Las piernas van como palos y algún gesto raro me hace casi acalambrarme.



Al fin la luz al final del túnel, chiste fácil, y mi hermano me espera. Abrazaco que le doy. Sin duda sin él no habría sido igual. ¡Gracias David! Un poco de cháchara mientras me abrigo, me hidrato, chasco algo y estiro lo que puedo. Nos despedimos. Me monto en el coche, no sin dificultades. Me siento y me invade una sensación de absoluta satisfacción y tranquilidad.

Dorsal dedicado y regalado a mi hermano. ¡Grande!



EPÍLOGO

Bueno, llega el momento de hablar de reproches, sensaciones, futuro y todas esas cosas que te van surgiendo en las horas y días posteriores a la prueba.



Reproches tengo pocos. Creo que hice lo correcto con la estrategia de carrera. Salir con calma, buscar el ritmo crucero, el entrenado, con tranquilidad y tirar hasta el final. Quizás fui demasiado osado en determinados puntos, especialmente de la media maratón al kilómetro treinta, pero iba “rey”. Tampoco creo que esos mini alardes supusiesen un peaje excesivo, ¿quién sabe?. Obviamente es idílico terminar fuerte y llegar al estadio tirando y haciendo el kilómetro más rápido. Pero esto es harto complicado. No me pongo penitencia.



Algo que sí cambiaría sería sin duda el tema de los geles. Debí llevar alguno más de “los míos” para tomarlo en el 35. Pero esto son meras conjeturas. De todo se aprende y nada es perfecto. Cuando me vino el bajón fue porque tocaba, no le doy mucha más vueltas, aunque sí creo que un acelerante fue el hecho de pasar por toda la zona peatonal del casco antiguo. Ese acerado y adoquinado, aunque sea nuevo, a estas alturas hace daño. Es el precio que hay que pagar por pasar por esa zona tan bonita, y se asume con gusto.



Tengo la sensación global de que la carrera ha sido cuasi perfecta. ¿Podría haber obtenido algo más de esta carrera? Es posible, pero creo que poco más, muy poco, a lo sumo un minuto quizás. Un minuto es mucho o poco, según se mire. Pero dado como afrontaba la prueba (leer mi entrada anterior), mi satisfacción con esta marca es plena.



Ahora tocará evaluar si hay que volver a enfrentarse a la Maratón para seguir rascando. A día de hoy, como he comentado, estoy lleno, satisfecho con lo que hice. Y dado que la maratón no es una prueba que me embruje, dar carpetazo aquí no me dejaría mal sabor de boca. Es más que plausible decir que existe capacidad de mejora, como todos la tenemos, pero para hacerlo hay que seguir en un gran estado de forma, incluso mejorarlo, con mayores sacrificios y esfuerzos.



Esto, a día de hoy, no creo que esté disposición de decidirlo, y menos para hacerlo de forma definitiva. Pero creo que será clave ver como inicio la siguiente temporada, colmar mis expectativas en media maratón, que siempre me motivan más, y en noviembre evaluar. Evaluar si la vuelves a correr y con qué intención. Evaluar si correrla completa a tope, darte el gustazo de volver a bajar de 3h, correrla más relajado por disfrutarla, ayudar a un amigo (esto da una satisfacción tremenda), o directamente pasar. Y ya no hablo de Sevilla, sino de ir a otros sitios a probar, me encantaría, aunque en este caso el tema económico es un gran freno a día de hoy.



Ahora, en los siguientes meses, tocará aprovechar el buen estado de forma para acometer retos de menor distancia. Las pruebas del IMD y otras populares serán el entretenimiento de aquí al verano.



Bueno, seguro que se me queda algún detalle en el tintero, aunque no lo creáis, y tengo la certeza de que mañana o pasado, alguna idea me vendrá a la cabeza. Pero creo que ya van bastantes líneas escritas, si bien la ocasión lo merece.


sábado, 22 de febrero de 2014

Tiempo de maratón: Últimas reflexiones


MaraSevi 2013


Bueno, pocas horas restan para estar metidos en un cajón, con miles (que se dice pronto) de atletas dispuestos a recorrer la legendaria distancia de 42.195 metros. Estas postreras líneas no son para alentarnos, animarnos de manera épica en esta competición. Alejado de la mística, la glorificación de la/el maratón, que se suele hacer en estos días, quiero expresar como veo yo, repito yo, este tipo de competición.

Mi afecto hacia la maratón es escaso. La afronto como esa asignatura que no te interesa nada, que te ha quedado para septiembre, que te jode todo el verano, que sólo deseas aprobarla con un cinco y olvidarte de ella lo antes posible.

Me parece una prueba muy injusta, que requiere mucho esfuerzo y sacrificio previo para obtener la recompensa. Recompensa que suele ser negada cruelmente al más mínimo contratiempo o error por nuestra parte. Muchos encuentran ahí su encanto, su magia. Yo en cambio ahí fundamento la mayor de mis antipatías. Me seduce más correr una prueba de diez kilómetros o una media maratón que una maratón. Obviamente cada uno es cada uno.

Lo único bueno que, por ahora, me ha dado esta prueba fue la preparación de la misma en 2005. Extraordinarios momentos con Jose María Coronilla y Ricardo García en los meses previos. Desgraciadamente una preparación esmerada, disfrutada, no sirvió de nada ante un día perrísimo. De esa primera ostia, creo, me viene esta animadversión a la prueba.

¿Por qué la corres?, os preguntaréis. Pues bien, únicamente por autosuperación y autoconvencimiento de que valgo menos de 3 horas. Así que me da igual cuanto bajar de ese tiempo, cuanto más mejor, que no soy idiota. Pero lo mismo me da 2h55m, que 2h57m, que 2h53m. Una vez que lo consiga, espero que sea en esta edición, será tiempo de evaluar. Seguir corriendo esta distancia más veces, o mandarla al carajo. Siempre se dice: "no digas nunca jamás", pero ha día de hoy estoy deseando darle una patada en el culo.

Nos vemos mañana. Mis mejores deseos para todos.

viernes, 14 de febrero de 2014

Tiempo de maratón: Dank je wel!


Concluyó el periodo dedicado a conmemorar los 10 años de mi estancia en Groningen. Y la verdad es que no ha podido ir mejor. Bajar de 37 minutos en un diez mil y hacer unos segundos más de 1 hora, 20 minutos en media maratón, han sido los grandes logros conseguidos en los últimos 5 meses.

De hecho desde la Media Maratón de Córdoba no he competido más, y puse rumbo fijo a la Maratón de Sevilla. Esto no quiere decir que no me haya vuelto a poner el dorsal. En contra de lo que suele ser habitual en mí, he participado en más pruebas, a modo de tirada larga.
Así me desplacé hasta Ayamonte, con el gran José Luis Olivares, para pasar una gran mañana, pese al fuerte viento y hacerme casi 30 kilómetros.
Salida de la MM Ayamonte con Lobo

Algo similar ocurrió en la media de La Cartuja, 28 kilómetros a la saca, y más recientemente en la I Media Maratón de Huelva, bajo una fina pero insistente llovizna, dónde las tiradas largas tuvieron su fin.

Meta de la I MM de Huelva


Me he divertido mucho durante esta preparación, donde he notado como el cuerpo se ha ido adaptando a los ritmos y la carga de kilómetros. He salido contento de todos los entrenamientos, pero ahora toca cuidarse y culminar. Pero daré más detalles antes del día clave.


Antes de poner punto final al “momento Groningen”, quería reseñar, destacar, un nombre: Tjeerd Doornbos. Un nombre que no conoceréis, como es obvio, pero el caso es que yo tampoco hasta hace pocas fechas. Este Señor, un gran veterano holandés, tuvo un enorme detalle, descomunal, hace 10 años. Al poco de comenzar a entrenar con el Groningen Atletiek, un compañero se me acercó y me dio una mochila vieja. Ésta estaba llena de ropa, de atletismo, usada. Era un presente del amigo Tjeerd. Según parece me veía entrenar con calzonas o mallas cortas, “arresío”, y decidió donarme parte de su vestuario.


¡Vaya planta la de Tjeerd Doornbos!
Le saqué gran partido a su regalo, ya que allí el frío, la lluvia y sobretodo el viento, son una constante. Un par de cortavientos, mallas largas, camisetas…En fin, cosas que me fueron de enorme utilidad y de las cuales conservo algunas a día de hoy, amén de la mochila que suelo llevar los días de competición.


Lo más curioso es que este buen señor no me conocía de nada y que no cruzamos palabra alguna, más que un “thanks” por mi parte, y un guiño o el pulgar levantado las dos o tres veces que nos cruzamos por las pistas de Stadspark.


Según parece Mister Doornbos, en sus tiempos mozos, debió ser un crack. Estaba patrocinado por tiendas locales y por la marca Saucony. De hecho la gran mayoría de prendas que iban en la mochila, incluso ella misma, son de esa marca. Y decía que no conocía yo tampoco su nombre porque he tenido que investigar un poco y consultar a antiguos amigos, para conocer el nombre de este Señor. Desde aquí me vuelvo a quitar el sombrero y le agradezco su regalo, Dank je wel, Tjeerd!