lunes, 14 de enero de 2013

XXVIII Media Maratón Ciudad de Ayamonte


Si nos ceñimos a los números se podría decir que la carrera no fue buena. 1h26m21s dista mucho del objetivo marcado, que no era otro que mejorar la 1h23m09s del año pasado.

 La clave, el protagonista de la carrera no fue otro que el viento, lo que hacía que apostar por mejorar marcas o hacer una carrera interesante quedase en un espejismo, e intentarlo en una temeridad.

Los entrenos estaban a mi lado. Los controlados me acercaban al objetivo, las series no eran malas y desde hace más de un mes estaba metiendo rodajes largos para el cambio de plan de entrenamientos a maratón, lo que había mejorado mis sensaciones en los entrenos exigentes. En un día normal habría podido asaltar el objetivo, pero ello no era posible.

En Ayamonte, donde estaba desde el viernes, tuve tiempo de darle muchas vueltas al coco. Ya sabía, según las previsiones meteorológicas, que el domingo se preveía un cambio de temperatura, me da igual el frío, alguna probabilidad de lluvia, me da igual que llueva, y viento de origen nor-noroeste lo que hacía presagiar una carrera complicada, en especial en la segunda mitad de la prueba que discurre por una travesía sin protección reseñable.

Así que a sabiendas de la situación tenía dos opciones. Por un lado tirarme al toro y morir en el intento, o usar la carrera como un test pensando en la maratón, haciendo 10K a ritmo maratón y resto a ritmo media maratón.

Aunque esta duda la llevé en la cabeza hasta casi el pistoletazo de salida, donde las banderas del Estadio Blas Inflante ya ondeaban con rabia, mi corazón ya había decidido desde hacía semanas. Tras Córdoba, donde no fue el día y bajé los brazos antes de tiempo me autoexigía un desquite, darlo todo, exprimirme, arriesgar. Así que ya sabéis lo que hice. ¿Osado? ¿Una temeridad? Probablemente, pero es lo que me pedía el cuerpo y salí decidido a darlo todo.

Vamos a la carrera. Cuesta ponerse en tirantas, las ráfagas de viento frío te dejan tiritando. Afortunadamente aquí no hay que esperar mucho y dan puntualmente la salida y sin apreturas. Cojo el ritmo rápido y paso a ejecutar el plan. Hay que buscar un grupo sí o sí, con un día de viento es obligatorio. Los primeros dos kilómetros los paso mirando el reloj para no pasarme de rosca y sondeando el horizonte y a los que me pasan a ver donde me engancho.

Antes de la única cuesta, la que corona con el K3, pasa una “rusita” con su “rusito”, y junto a ellos la bicicleta con la banderola de primera mujer. Tras ellos siete u ocho atletas que saben que éstos van a su rollo y no van a pedir relevo ni nada, además que lo pidan que no les entendemos. Me sumo al grupo. No será el definitivo para mí, pero de él saldrá una importante alianza.

Como ya decía los rusos dejan claro que van a lo suyo van subiendo el ritmo, no quieren que nadie les moleste. Sobre el K5, y tras el callejeo alcanzamos a otro grupo, donde van tres de un club de Coria del Río. Parece que la cosa se relaja, yo ya iba pensando en que ese grupo era mucho para mí, pero por otro lado miraba para atrás y ya no veía más donde engancharme y hacerme la parte final de la carrera solo era algo que me aterraba. Lo conozco bien, llevo muchísimos años veraneando en Ayamonte, he entrenado en ese tramo cientos de veces y cuando el viento sopla olvídate de tiempos. El caso es que la calma dura poco y los rusos vuelven a tomar los mandos, deshaciendo el grupo y tirando por debajo de 3’50”.

¿Qué hago? Decido dejarlos. Ese ritmo me destrozaría sí o sí, con y sin viento. Ahora hago dupla con dos portugueses. Uno me habla, le respondo (en portugués) y entablamos “amistad”. Le comento que la segunda mitad de la carrera va a ser dura, y los últimos 5K durísimos, me comenta que lo sabe, que ya ha corrido aquí antes. Bajamos un pelo el ritmo, no me gusta y tiro un poco. Él no me sigue. Cruzamos, por segunda vez, una de las calles principales del pueblo. Voy dirección norte, el viento sopla en contra y el ritmo se resiente. Lo tengo claro y decido esperar a los 2 portugueses, mejor eso que nada.

Kilómetro 9, esperando a los lusos
Pasamos el ecuador de la prueba. Los rusos han hecho una selección notable y marchan casi en solitario. Tras el punto de avituallamiento de mitad de carrera me quedo sólo con el portugués que me habló, José “Pimenta”. Llevamos delante una pareja y decidimos ir a por ellos, para ver si hacemos fuerza. Pero nada más sentirnos llegar se abren para dejarnos el peso. Pequeños momentos de inpass, Pimenta me dice que deberíamos coger al grupo que está delante y aguantar ahí hasta el final. Dicho grupo estaba formado por los que los rusos habían dejado atrás y por otros que habrían salido muy rápido y ahora habían encontrado su paso. Tenía buena pinta, siete u ocho atletas, buen grupito para luchar contra el viento – me dije. Le digo al portugués que vamos y abandonamos a los otros dos que no nos siguen.

Sabía que estaba quemando mucha pólvora, ya que la caza no fue nada fácil, pero entendía que era mejor alternativa que quedarme atrás rezagado con los otros dos que no parecía prestos a colaborar. Arriesgué. El grupo ofrecería mayor protección. Aunque a priori, ahora íbamos con el viento a favor, de vez en cuando venían unas ráfagas laterales que casi te desplazaban. Nos costó mucho, mucho cazar al grupo. Pimenta me repetía “chegar e manter, chegar e manter” (llegar y mantener). Yo le hacía el signo del pulgar hacia arriba, no quería ni hablar.

Llegada a Isla Canela

Al final los alcanzamos poco antes de llegar a la playa. Sabía que lo que quedaba iba a ser durísimo: final de la carrera, alguno pregonaba que tras el giro en la playa iba a tirar y sobretodo el viento. El rato que estuve tras el grupo ya me hizo ver que iba muy justo de energía. No pintaba bien la cosa. Llegamos a Isla Canela, allí está la afición: mis padres, mi chica y el pequeñajo. Recompongo algo la figura para saludarles y salir  bien en las fotos, puro teatro, ya la cosa pintaba mal y me refugio descaradamente al final de grupo.

Saludando al pequeñín

Cambio de sentido, volvemos al pueblo, y aquello parece un toque de campana. Alguno ya se lanza y el grupo pasa a ser una fila casi de manera súbita. Yo cierro. Pimenta me hace puente para volver, incluso me espera. Grande.

Afortunadamente fue un momento de arrebato de alguno que pasó en cuanto vio, o mejor dicho, sintió el viento. La euforia desapareció. Miraron para atrás y el grupo se reorganizó. Casi sin querer estaba otra vez con ellos. Enfilamos la travesía de vuelta y Eolo nos saluda con energía. Es mi puntilla. En el pueblo, con los edificios, al inicio de la prueba, era soportable, pero a estas alturas de la película la cosa era bien distinta. Incluso yendo descaradamente el último el viento me pega de lo lindo. Cedo uno, dos, tres metros, el viento me mata. Hago un cambio de ritmo brutal, vuelvo a entrar. Ya sufriendo mucho. Una arboleda nos da cuartelillo, un breve respiro. El ritmo del grupo ya roza el 4’ pelao, normal. Cedo hasta en tres ocasiones, volviendo a entrar con mini cambios. Pero finalmente caigo cual fruta madura. La brecha se abre de una manera exponencial, el viento me machaca. No puedo seguirles ni con la mirada. Echo una ojeada hacia atrás y sólo veo atletas sueltos.

Me quedan cuatro kilómetros muy duros. Me planteo si he sido demasiado kamizake, si debí haber sido más cauto. Pero me digo que no, que he hecho bien, que toca sufrir hasta meta y que llegaré como sea. Me pido no abandonarme y consigo mantener una cadencia “decente” hasta meta. De ir por debajo de 4’ paso a casi 4’40”, gran diferencia, sin embargo sólo me pasan cuatro atletas y yo superé a un quinto. Los dos últimos, que me adelantaron cuando restaba poco más de un kilómetro, me dan algo de vida. Trato de seguirles, alegrar el paso, ya con la vista del estadio en el fondo. Aunque tironeo un poco recobro algo de ritmo, no soy capaz de seguirlos pero los uso de referencia.

Meta
Rodeando al estadio me doy cuenta de que tampoco voy a poder disputar con nadie. Los de delante están lejos y los de detrás también. Afortunadamente entrar en el tartán te da un plus, que casi sin querer, alegras el paso para completar la vuelta a las pistas. Fin de la aventura.

En el avituallamiento encuentro a Pimenta, ha bajado por un segundo de 1h24m y los rusos, no sé si fritos o bien relajados ya que ella no tenía competencia, “sólo” hicieron 1h23m41s.

Al terminar la carrera la sensación que tenía era de orgullo, de haberlo dado todo, sin reproches ni quejas. Tengo muy claro que de no haber habido viento habría hecho un gran registro, pero tengo igual de claro que hice una buena carrera. Arriesgué, me la jugué y a falta de 3,5Km me derrumbé. Casi me sale. Ahora a pensar en el maratón.

Sólo tengo una queja para la organización, que ya le he hecho llegar, y es que esta prueba tiene casi 300m de más y es algo muy, muy fácil de solucionar. Pero ya se lo recordaremos dentro de unos meses. Pese a ello sigo pensando que es una buena prueba, y que sigue entre mis favoritas. Buena gestión y sin aglomeraciones, y un buen viario para correr rápido.