lunes, 18 de julio de 2011

XVI Playas de Ayamonte. Un finde peculiar.


La cosa no empezaba bien cuando mi chica y yo nos tuvimos que dar la vuelta con el coche. El atasco dirección Huelva era monumental debido a un accidente de dos camiones, con vertido tóxico incluido, que había cortado la A-49 y que tenía las vías secundarias saturadas.

Lo reintentamos a las 10 de la noche, y aunque con tráfico intenso, hicimos bien el viaje. En Isla Canela (Ayamonte) veranean mis padres en Julio, además estaba mi abuela y una de mis tías, amen de mi hermano y su novia...total 8 personas y Greta.

Al día siguiente se unen otros tíos míos, dos más, una hija de ellos con su pequeñaja, otra prima mía con su hija y el marido. Creo que no me olvido a nadie, en fin, unas 15 personas. ¿Por qué? Pues porque era el día de “las Cármenes”, y mi madre y mi abuela lo son. Así que comilona al canto. Yo aguanto todas las tentaciones, y me como “sólo” un par de sardinas asadas (me hubiese comido diez), un poco de ensalada, un plato de arroz y una pera. No me pasé, creo.

Luego vinieron los pastelitos, de estos pequeños que te comes de un bocado, puro pecado. Sólo me pervertí con una trufa. Cuando mi aguante ya estaba bajo mínimos mi tío dice -Pues esta noche cena en mi apartamento. Ya éramos menos personas, porque algunos volvieron a Sevilla, pero a él le dio igual. Lo más adecuado, desde el punto de vista atlético, fue un aliño de pimientos asados, cebolla y atún, del que di buena cuenta. A partir de ahí el despiporre: jamón, queso curado, caña de lomo, salchichón ibérico, langostinos, cigalas y “cañaillas” (no me gusta, menos mal).

Me acosté con la panza llena y con el convencimiento, si aún tenía alguna duda, de que la carrera me la iba a tomar tranquila. Pero aún faltaba la guinda. No hizo falta que sonara el despertador, no dio tiempo, el olor a churros me despertó. Con la cabeza enterrada en la almohada luchaba conmigo mismo, diciéndome -Churros no, churros, no. Cereales, un plátano y zumo.

Efectivamente, colacao bien cargaito y una buena ración de churros que me “jinqué”. El remordimiento me hizo hidratarme bien, a ver que remedio, porque los churros pedían agua y más agua, y encima la carrera a mediodía.

Bueno, vamos a hablar ya de algo de correr y no de comer, ¿no? A las 11:30 bajo en dirección a la meta. Habría un kilómetro, en el que voy trotando. Llego y un “gachó” grita y grita ¡Qué salimos ya! ¡Qué salimos ya!...Afortunadamente no había nadie en la cola de recoger dorsales y me lo dan rápido y me lo pongo como puedo y salgo zumbando para la arena.

Sin apenas calentar y sin estirar se da la salida 12 minutos antes de lo anunciado, supongo que por la marea. Aunque lucho por ir tranquilo y no pasarme el primer kilómetro sale a 4'02”, así que bajo algo el pistón. Me mantuve casi toda la carrera en promedios de 4'10”-4'15”, no quería pedirme más. Sólo me desmadré un kilómetro, en el que giramos e iniciamos la vuelta. Supongo que la emoción de ver que queda la mitad y tal se disparó el crono a 3'57”, pero nuevamente eché el freno.

En la vuelta se notó el viento, que aunque era lateral afectaba más que a la ida. Además las zapatillas ya llevaba bastante arena pegada y hubo una zona de arena mojada ondulada con charcos donde correr era muy incómodo y levantar la pierna costaba bastante, era como si la zapatilla estuviese pegada al suelo.

Al final una media de 4'11” para 7.300m que no está mal teniendo en cuenta la temperatura y que la superficie era arena. No sé mi puesto, quizás salga un día de estos la clasificación, pero poco importa. Fui a medio gas, controlando mucho todo el tiempo para no pasarme, aunque ya digo que hubo una zona que se me hizo dura. Quizás también noté el 25x200m en cuestas que me metí el jueves.

En fin satisfecho y objetivo cumplido: matar el gusanillo de dorsal y saludar a la afición mientras corría. ¡Genial! Por cierto, ¿unos churritos?



viernes, 15 de julio de 2011

Carreritas "gazpacheras"

Hemos terminado la temporada, nos tomamos un más que merecido descanso, unos más, otros menos. Y después de quince días, un mes o dos, nos volvemos a calzar las zapatillas. Los primeros días son duros, con sensaciones extrañas, normal, lo asumimos.

Pero el primer pecado en el que podemos caer es apuntarnos a carreras veraniegas en estas primeras semanas de pretemporada. Un amigo nos dice vente a tal pueblo que luego hacen comilona, o vente a esta otra que es en la playa y luego nos apretamos unas sardinitas. Y sí, dudamos, pero el mono de dorsal nos hace apuntarnos, y lo que es peor competir.

Tendemos a acordarnos de la última carrera, de creer que conservamos el nivel, incluso que estamos bien descansados. Pero muy al contrario estas pruebas suelen traernos un saldo negativo al cruzar la meta.

Estamos en verano, hemos parado, habremos cogido peso, cometemos excesos de todo tipo y nos colgamos el dorsal como si nada y el mal menor, si no tenemos una buena cabeza, es que nos demos un calentón importante.

Recuerdo, hace bastantes años, apuntarme con el club a una carrera en Villalba del Alcor (Huelva), poca gente, y posibilidades de hacer un buen papel. Claro, un buen papel si estás bien, o medianamente fino. El desastre fue de impresión, ya iba reventado a media carrera. Aquel día se me clavó una espinita con esa carrera, con ese pueblo. Pues bien, ya tengo tres espinitas de ese mismo municipio. Siempre tropezando en la misma piedra tres años seguidos.

Así que si os vais a apuntar a una prueba de estas condiciones, tomároslo de manera tranquila, no diré en plan pachanga, pero hacerlo progresivamente, para ver hasta donde se puede llegar sin acabar roto.

Espero aplicarme el cuento este finde, en una carrerita en Ayamonte, a las 12 del mediodía y por la playa, ahí es ná. Todos los ingredientes para pasarlo mal o divertirte como un enano.