domingo, 26 de diciembre de 2010

IV Clásica de Castilblanco de los Arroyos



Hoy he tenido el placer de disfrutar una carrera muy “guapa” en Castilblanco de los Arroyos. Digo disfrutar porque no la he disputado al 100%, afortunadamente, porque la prueba tiene mandanga. Unas cuestas de impresión unido a unos descensos vertiginosos con un firme irregular, que hacía que tuvieses que estar concentrado siempre, vamos que no había ni un metro sin desnivel.

Me sorprendió bastante el nutrido número de atletas que allí había, algo más de 400 según la clasificación. Dadas las fechas y la fama de dura de la prueba esperaba algo menos de participación en estos 8.500 metros de desniveles. Otras justificación del buen número de atletas era el hecho de que existían premios económicos y por allí se veían buenos galgos, yo dejé el mío en casa.


Como ya he comentado mi intención al asistir a Castilblanco era de entrenar en cuestas, cosa que llevo semanas sin hacer, disfrutar del ambientillo de las carreras y conocer una nueva prueba. Con esa intención me situé en la zona media del pelotón, para no fliparme en la salida y no salir demasiado rápido. Pese a todo en menos de 100 m ya se podía correr con fluidez.


Me tomé la primera de las tres vueltas en plan de reconocimiento, para ver como de duro era aquello. Y sí, sí que lo era. Había una par de cuestas con mayúsculas, siendo la primera notablemente más dura. Ésta estaba dividida, por así decirlo, en tres repechos, y el intermedio era el más duro con muchísima diferencia. En la primera vuelta ya se veía gente bufando, y eso que estábamos en el primer kilómetro.


Opté por ir arropado en las cuestas, al ritmo que me marcaran, y en los trepidantes descensos recuperar. Pero la cosa no fue así. En muchos repechos la gente se desfondaba a media cuesta por lo que pasabas a bastantes ahí, y luego al llegar arriba algunos llegaban tan tocados que en el descenso iban poco más rápido que subiendo.


La segunda cuesta, menos exigente, llegaba tras un buen descenso, y una curva muy cerrada en la oficina de Correos, que te llevaba a la Iglesia y un poco más arriba si cabe. Desde este punto se comenzaba a bajar otra vez, pero con unos desniveles más endiablados. Tras ellos llegaba la zona más cómoda, aunque constantemente estaba subiendo o bajando, aunque con menos exigencias. Con estas se llega al final de la vuelta, pero aún quedaban dos.




Mis sensaciones siempre fueron buenas, obviamente en las cuestas, en la primera sobretodo, llegabas tocado a lo más alto, pero con suficiente energía como para comenzar con amplia zancada los descensos, donde solía avanzar más posiciones.


Traté de mantener un ritmo constante, algo complicado con el perfil de la prueba. La primera y la segunda vuelta fueron casi idénticas 11'55” y 11'56” respectivamente, y la última algo más rápido pero sin pretenderlo 11'42”. Total 35'35” para 8.500 metros, lo que da una media de 4'11”. Bastante satisfecho dado que no iba al 100% y que la prueba era un tremendo tobogán.


Como es la primera vez que disputaba esta prueba no puedo comparar con ediciones anteriores. Digo esto porque escuché a gente quejándose de que este año se cobraba, 2€, y la cosa no era mejor, exactamente no sé a qué se referían. Aunque ahora que recuerdo hubo avituallamiento al finalizar la 1ª vuelta, pero no en la 2ª, ¿se quedaron sin agua?


Lo que sí creo que deberían mejorar es la ubicación y la gestión de la entrega de las bolsas del corredor (incluía agua, Acuarius, fruta, chocolatina, tarrito de miel del municipio y camiseta de algodón conmemorativa). Cuando crucé la meta me dieron el ticket de Ideain, me puse a leerlo mientras avanzaba y cuando levanté la vista me encontré en medio de la calle y no había rastro del lugar para recoger las bolsas. Me di la vuelta y vi como los corredores giraban por una calle cuesta arriba (como no) Dicha calle llevaba a la antes mencionada oficina de Correos, y por tanto aún pasaban corredores por allí. En la oficina se había formado una cola donde sólo había una mesa para repartir las bolsas a todos los corredores. Tras dicha mesa había 4 o 5 voluntarios, pero dado lo reducido del espacio, sólo se podía atender a los atletas uno a uno, que además debían entregar el dorsal, lo que provocaba mayor retraso. Yo estuve como 3 minutos para recoger la bolsa, con el fresquete que hacía. Al salir, como era lógico, la cola ya era tremenda, cruzaba la calle, por la que seguían compitiendo atletas, con los consiguientes gritos, “bocinazos” y algún que otro improperio. Sinceramente, creo que era mucho más sencillo y simple poner la zona de entrega de camisetas en la misma calle de la salida, que es ancha, a continuación de la meta. A esas alturas la carrera está estirada los atletas llegan poco a poco y se pueden disponer varias mesas para distribuir las bolsas. Se marca con un rotulador el dorsal y listo, no hacerle al atleta quitarse los imperdibles para entregar el dorsal, que sé que hay algunos a los que les gusta guardarlo (no es mi caso).


Pero vamos, que son simples pormenores. La verdad es que la prueba es bonita, dura y con su ambientillo. Aunque creo que nunca iré a competirla al 100%, se debe pasar tela de mal, se me da mejor llanear.

ACTUALIZO: Con la foto, cortesía de Sandra de Podosevilla, del superatleta número 661, es decir el menda, culminando el tramo más duro de la prueba.

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