domingo, 31 de octubre de 2010

Olivares, sabor agridulce

La verdad es que cuando me acosté el sábado por la noche no tenía muy claro si iba a correr en Olivares o no. Todo la jornada había estado lloviendo, con algún que otro chaparrón intenso, sobretodo a la noche. Además estaba el jaleo del cambio de hora, pero lo hice bien y me desperté a la hora correcta.


A las ocho estaba en planta y simplemente al mirar hacia la persiana comprobé que no estaba cubierto, al menos no tanto como el día anterior. Finalmente salí a la calle y vi que el día estaba bastante despejado y el sol lucía. Lo peor era que el viento frío y racheado.

Esto se sumaba a las dudas que ya tenía con esta carrera. Ahora que estaba pensando en correr una media maratón y estoy metiendo más sesiones de entrenamientos con mayores kilometradas, meterme entre pecho y espalda un 10.000 era algo a lo que le tenía respeto. Obviamente el tema no era que pudiese correr 10k, sino que que si me levanto un domingo temprano y voy a una carrera voy con todas las consecuencias, es decir a competir. Tenía cierto miedo a que ello pudiese afectar a mi preparación en forma de lesión o molestias o que me dejase muy cansado y la próxima semana de entrenamientos tuviese que ser suave. Pero por otro lado quería medirme, exprimirme ya que llevaba mucho sin competir y tenía de ganas de correr con gente, que últimamente estoy entrenando “solatera”.

El caso es que desayuné y me preparé para marcharme. Nada más salir a la calle me di cuenta que el protagonista del día iba a ser el dios Eolo. Llegué pronto, una hora antes, me hice con el dorsal y me volví al coche para escuchar algo de música, ya que no apetecía nada estar en la calle, que delicaito estoy.

Faltando 20 minutos para empezar me puse el traje de luces y salí al trote. Me alegró ver a Fran Castillo Limón, que durante unos meses fue compañero de equipo en Grupo 10 y con el que compartí grandes entrenos. Me contó que ahora está al cargo de los niños del C.A. de Olivares.

Me situé bastante bien y se dio el tiro. Como casi siempre y casi todos salimos por encima de nuestro ritmo, primer kilómetro 3'43”, jujuju, para muchacho -me dije-. Me sorprendió que fuésemos a ese ritmo, pensé que debíamos llevar el viento a favor, porque no lo sentía. Eché el freno, pero pensando precisamente en el viento pensé que sería conveniente buscar un buen grupo.

Alrededor marchaban dos mujeres, ambas acompañadas por compañeros de sus clubs, así que aceleré algo para acercarme al grupo. La verdad es que era conveniente ir en compañía, pero había tantas curvas, muchas de 90º grados que los toques y empujones entre los que cortaban por la acera y los que no eran constantes y era un engorro. Con estas pasamos el K2 a 3'49”.

Voy muy por encima de mi ritmo y sé que lo voy a pagar, pero ahora el viento pega y hago un esfuerzo para seguir con el grupo, pico a 3'58” y las alarmas saltan cuando atacamos una cuesta. Estamos volviendo hacia meta y ahora vamos subiendo, está claro que los dos primeros kilómetros fueron favorables, el ritmo lo cantaba, pero no lo supe ver.

Con estas cuestas se desata la guerra entre las chicas. Una de ellas pega un serio hachazo, el grupo se rompe y yo ya sé que mi ritmo irá a menos, así que me quedo con la chica que va más lenta y que va acompañada por ya sólo un compañero. Intento arroparme entre ellos, el viento arrecia, pero el chico se viene abajo y ya no existe grupo como tal. Entre toboganes y ventolera ya no existen grupos. Todo es un hilo de corredores que van por donde pueden.

Se me olvidó comentar que la prueba consistía en dos vueltas de 5 kilómetros. Yo ya entiendo que voy a sufrir, aún no terminó la primera vuelta y ya sentía cierto agobio. K4 4'19” pienso seriamente en retirarme. Empezaba a no verle sentido terminar la prueba, pensaba en que era mejor parar y entrenar bien mañana. Pero por otro lado pensaba que nunca me había retirado en ninguna prueba y que había corrido con molestias y dolor, y aquí estaba sufriendo, simplemente sufriendo por haberme excedido al principio. Decido atarme los machos, apechugar y llevar un ritmo sostenido, daba igual que me adelantasen, traté de transformar lo que quedaba en un “medio entrenamiento”.


Sigo con la chica, le cantan que es la 3ª, he iniciamos la segunda vuelta. No veo el K5, y en el K6 pico 8'39”, haciendo una media simple pues a 4'20”. Lo que queda es aguantar me digo, me dejo llevar un poco en la zona favorable y aprieto los dientes en los tramos de pendiente y sobretodo por el viento. K7 4'13”, K8 4'24”, K9 4'38” y K10 3'55. Este último kilómetro no se debe interpretar de que yo apretase o esprintase, sino que los kilómetros debían estar mal situados. A ver si alguien confirma que la prueba tenía 10K, no se lo pude consultar a nadie que llevase un Garmin, porque nada más terminar me fui al coche para cambiarme, que estaba “arresío”.

Tiempo final 41'41”, media 4'10”, si me quedo sólo con eso, dado el perfil de la prueba y las condiciones meteorológicas me debería dar por satisfecho, pero por otro lado creo que para obtener dicha marca hay diversos caminos y yo escogí el peor. Empezando por encima de mis posibilidades, y no sólo eso, sino que seguí empujando a sabiendas de que iba a morir si seguía por ahí. Digamos que estoy contento con el resultado pero no con las formas.

Sólo espero que esta prueba no me deje ninguna secuela física de cara a mi objetivo antes de fin de año, la Media Maratón de Córdoba, a finales de noviembre.

Por cierto la chica, de apellido Espada, lo llevaba escrito en la camiseta, terminó por delante mía, pese a no necesitarlo subió el ritmo en el último mil. Espero que obtuviese el tercer puesto y le aconsejo que se busque otros gregarios, porque no le aguantaron ni una vuelta, jaja.